Este blog es realizado por un grupo de seglares, enamorados del Carmelo Descalzo, que quieren dar a conocer la figura de este insigne hijo de Santa Teresa del s. XX. Eminente Carmelita Descalzo de la Provincia de Castilla, durante 35 años fue confesor y director espiritual de Santa Maravillas de Jesús. Restauró el Santo Desierto de San José de las Batuecas, donde vivió 23 años entregado en soledad a la oración y el sacrificio. Allí definitivamente se unió con el Amado el 14 de junio de 1989 en olor de santidad.


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El Carmelo es; El Desierto es


El P. Valentín Meditando en el
Desierto de las Batuecas
Queridos hermanos y hermanas: La cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad (...) Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual (Mensaje del Papa Benedicto XVI. Cuaresma 2012).

Como ayuda para vivir la cuaresma de este año en cuanto a la oración y el silencio, les proponemos profundizar con un escrito breve del P. Valentín sobre el sentido de Desierto. Ya en el monaquismo primitivo la palabra desierto tenia un significado doble: Lugar de la tentación (infertilidad, sequedad, prueba) y Lugar del encuentro con Dios (fertilidad, vergel, recompensa). Así lo vemos reflejado en autores como Evagrio Pontico y Juan Casiano, pasando por el Pseudo Dionísio hasta llegar a San Juan de la Cruz y la tradición carmelitana. El escrito de Fr. Valentín de San José, como podrán apreciar, se inserta en esa tradición del Desierto descrita, donde se reflejan los dos sentidos de Desierto. 

El Carmelo es:                           El desierto es:

1. El lugar de la tentación especial.
2. Donde se ganan las batallas del Señor tras penosa lucha interior y exterior.
3. Lugar de expiación por todos los hombres.
4. Lugar de alabanza a Dios en unión de los ángeles, por todos los hombres.
5. Donde se vive con Dios que se hace el dormido y se esconde en lo íntimo del alma.
6. Donde el demonio aprieta mucho.
7. Donde Dios confía en el alma y la mira cómo lucha, sufre, y ama.
8. Donde el alma siente en vacío y desolación la mano purificadora de Dios, que aprieta.
9. Donde Dios purifica al alma y la guía a Sí mismo.
10. Donde Dios se une con el alma que se ha dejado purificar.

Nota. - En el desierto nunca se está ocioso. -Se está metido en el horno de Dios hasta hacerse llama… Se está sumergido en el mar de Dios empapándose, aunque se esté como un canto. Es un bloque de piedra que Dios está labrando a su gusto.
                   
                     UN CARMELITA DESCALZO 
                     (P. Valentín de S. José)

Por Sus Frutos los Conocereis: Las Virtudes del P. Valentín

Grupo de Carmelitas Descalzos con el Arzobispo de Valladolidad en 1944.
 P. Silverio de Santa Teresa Vicario General a la derecha del Arz. y el P. Pedro
 Tomas Provincial de Castilla a la izquierda. P. Valentín en el circulo.
El Padre Valentín sabía, como enseñaba su Santa Madre Teresa de Jesús, que para servir al Señor la mejor manera de hacerlo era con las obras. Y que mejor obra para agradar a Dios y al prójimo que el cultivo de las Virtudes Cristianas.

La práctica de las Virtudes por Amor son la sal de la tierra en un cristiano y sin ellas la sal se vuelve sosa como nos enseña Nuestro Señor en el Evangelio. El P. Valentín mantuvo siempre ese Fuego Divino con los pequeños palitos de la Oración, Mortificación, Humildad, Desasimiento y sobre todo con su ardiente Caridad.  Estas tres últimas las cuido especialmente por tratarse de las virtudes teresianas por excelencia, que la santa abulense indica en el Camino de Perfección.

Por los frutos de santidad en la Vida del Fray Valentín podremos conocerle como nos indica el Divino Maestro.

Todo el mundo que le conoció sabe que vivió hasta los últimos días la observancia eremítica del Desierto de Batuecas. Pasaba muchas horas del día y de la noche en oración silenciosa ante el Tabernáculo. Los religiosos que convivieron con él en el Desierto son testigos de la ejemplaridad de su vida en asidua oración, austeridad y trabajo manual, al que daba gran importancia y al que cada día dedicaba varias horas a pesar de su avanzada edad. Otro punto en el cual insistía mucho el Padre y que el procuraba practicar, era en la guarda de la Presencia Amorosa de Dios. Como muchas veces el diría la orden del Carmen Descalzo es la orden de la contemplación, de ese caer en la cuenta de que Dios continuamente nos mira “Mira que le mira”.

Durante toda su vida practicó los ejercicios de penitencia que a pesar de su edad y enfermedad última nunca dejó. Aunque fueron suprimidas las disciplinas de las constituciones carmelitanas postconciliares, el P. Valentín siguió dándoselas tres o cuatro veces a la semana. También continuó utilizando el cilicio casi todas las mañanas. Estas prácticas las aumentaba cuando llegaban los tiempos fuertes de Adviento y Cuarema. Siempre llevo sandalias sin calcetines, incluso en los gélidos inviernos de castilla hasta los 90 años. La genuflexión, aunque le costara trabajo hacerla reverentemente, la hizo hasta que cayo enfermo de la pierna con 92 años.

Otra muestra de su paternal caridad hacia sus hermanos era cuidar de sus necesidades básicas naturales. En el P. Valentín caló muy hondo el Humanismo Teresiano. Muestra de este espíritu humanístico era el cuidado que ponía en que las comidas. Aunque en el Santo Eremitorio se debía de cumplir la abstinencia perpetua de carne como manda la Regla Primitiva, el P. Valentín insistía al hermano cocinero que la caridad en su oficio era preparar las comidas de forma sabrosa y que estas fueran abundantes, que ya el Señor le pediría a cada religiosos la mortificación que debería hacer en las comidas.

Pero si hay que destacar alguna virtud en especial fue su profunda humildad y obediencia que le llevaba a una ardiente caridad hacia el prójimo y en especial a sus hermanos de religión. Siendo ya el P. Valentín nonagenario muy cariñosamente le pedía al Padre Prior poder visitar al también nonagenario y compañero del filosofado de Ávila P. Bernardo del Santísimo. Este padre tenía achaques propios de la edad y a veces tenia que reposar en cama.  Los casi centenarios ermitaños pasaban un gran rato en espiritual conversación. El P. Valentín como siempre acostumbraba refería hechos y dichos de santos. Tanto enfervorizaba las palabras del P. Valentín al P. Bernardo, que después este padre le comento en varias ocasiones al P. Prior, haciendo gestos de encomio con admiración de lo que habían hablado:

“El P. Valentín va a los altares, le verán en los altares”

Sufra a solas con Dios y déjese abrazar por su Amor


JM + JT



20 de septiembre de 1973

Hna N.N., Carmelita Descalza

Muy amada Hna. N.N. en nuestro Señor. Él la abrase en su amor y déjese abrasar. Recibo su carta y quiero contestarla según Dios me dé a entender y no se necesita ser largo sino brevísimo.

Veo claramente las angustias que está pasando y está deseando salir de esas angustias. Está en la jaula de Dios y no quiera, como pájaro que busca salir a la atmósfera, no quiera, digo, salir de la jaula de Dios, que es la mano amorosa de Dios. No ande haciendo confesiones, ni buscando qué pecados tendrá que confesar o tendrá que no haya confesado. Deje en absoluto todo eso y póngase en la mano de Dios y déjese que es Dios quien la tiene y aprieta.       

Eso que siente es la mayor gracia que el Señor la ha hecho en su vida. No es porque esté en pecado ni ande buscando nada. Es que Dios quiere hacer otra obra y prepararla. Cuando V.C. taladraba las cuentas de los rosarios, ellas se dejaban taladrar y si no se hubieran dejado, nunca hubieran sido cuentas de rosario. No sabían ellas para qué las taladraba, lo sabía V.C. que lo hacía. Déjese V.C. en las manos de Dios; deje que Dios apriete, pídale constancia y en todo se amolde a su voluntad; acompáñele mucho, mucho, en silencio, o dándole gracias, o pidiéndole, o santamente quejándose, pero no se salga ni quiera salirse de la mano de Dios que aprieta, y hace lo que V.C. ni sabe hacer, ni puede hacer, ni se atrevería a hacer. No ande por lo tanto ni inquieta, ni consultando a varios. Comuníquelo con humildad a la superiora y al confesor. No busque consuelo, que seria querer salirse de la jaula o de la mano de Dios y que Dios no obrara lo que quiere obrar en su alma porque V.C. no le dejaba y además tampoco encontraría consuelo donde le buscara, porque Dios no lo quiere lo busque en los hombres y no le dirían lo que V.C. desearía. Sufra a solas con Dios y déjese apretar en las manos de Dios que es abrazar fuertemente con sus brazos poderosos; pero es abrazo de amor y abraza porque ama. ¿Está claro? Dios quiere que sufra en silencio y los hombres no podemos darla consuelo o quitarla el sufrimiento, porque Dios no podría obrar su obra de amor en su alma. Déjese limpiar e iluminar. O sea: Déjese deshacer para que Dios mismo la transforme. Y esto se lo digo con toda seguridad y creo que muy claramente. Si Dios quiere darle ese pequeño consuelo de seguridad, me entenderá. Si Dios no quiere dársele, tampoco me entenderá y a sufrir sola con Dios en silencio.

Y pida por mí que se lo digo y aconsejo. Yo pido por V.C. para que salga del sufrimiento tan limpia como Dios quiere y lo ofrezca por la santidad de las órdenes religiosas y de todos los sacerdotes. Hay que amar y expiar con Expiación de Dios. A ser santa. Déjese que Dios la labre y haga santa. Se la ofrece afmo. y menor hermano que la ama en el Señor.

Fr. Valentín de San José

P.D. No se extrañe que se alargue el tiempo de la ansiedad y tribulación

La vida escondida y amorosa en Dios del Carmelo

P. Valentín en Batuecas bajo el
centenario árbol llamado del Amor
El P. Valentín, cuando lo eligieron Provincial del Carmen Descalzo por primera vez en 1939, escribió una Carta Exhortatoria a sus Hermanos. En ella expone las características propias del Carmelita Descalzo. Cuanto afirma son las virtudes y cualidades de que él estaba adornado; es como si reflejase su actuación y ejemplaridad y cuanto predicaba y aconsejaba en toda su actividad sacerdotal y carmelitana. Por lo tanto, se puede plenamente considerar su exhortación como si fuera su propia semblanza. Dice así:

"Vivamos nuestra vida de Carmelitas. El Carmelita es ante todo y sobre todo y siempre alma de vida interior, alma de oración, de andar en la presencia de Dios; vivir la caridad de Dios y la caridad de nuestros hermanos; la vida interior es tan imprescindible, que si de ella se carece, no hay Carmelita. Vivamos nuestra vida de Carmelitas observando con fidelidad y llenos de caridad nuestras leyes hasta en sus más pequeños ápices, porque son ápices del amor y en el amor de Dios todo es grande. Si la vivimos con amor, se nos hará, como lo es, sumamente regalada. Es la Orden del amor y el amor está dentro, en lo íntimo del corazón y el corazón escondido dentro del pecho, pero dando vida a todo el ser; no puede sacarse a la luz el corazón y seguir viviendo. Nuestra vida tiene que ser escondida y vivificada en Jesucristo. Es el vuelo hacia la luz, hacia el abrazo amoroso de Dios Nuestro Padre.

Nuestro Santos Padres (Teresa de Jesús y Juan de la Cruz) hicieron amables las penitencias, porque la vivían en íntimo amor, porque vivían la vida interior en ejercicio de oración y de presencia de Dios con la mirada de amor puesta en Dios; y como la penitencia prepara para la oración, la oración y el amor enseñan y estimulan a amar y practicar la penitencia hasta coronarse de ásperas espinas y escarnios, como se coronó Jesús.

Esta vida de amor, de humildad, de oración y abnegación, de delicadeza y alegría es la que yo pido a todos... No vinimos para correr mundo y conocer ciudades, sino para encerrarnos en un claustro silencioso y vivir la vida de amor; esa es nuestra vida... La Virgen Santísima es nuestra Madre amorosa y nos confía esto, a los superiores, en caridad, a los súbditos, en abnegación, a cada uno de nosotros en santidad y actualidad de amor; que seamos santos nos pide Nuestra Madre... ¡Oh, San José, te pedimos con la Iglesia, haznos vivir una vida pura y santa y que esté siempre segura en nosotros con tu Patrocinio!"

Carta Exhortatoria. Valladolid, 10 de mayo de 1939, p. 24
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