P. Valentín en Batuecas bajo el centenario árbol llamado del Amor |
El P. Valentín, cuando lo eligieron Provincial del Carmen Descalzo por primera vez en 1939, escribió una Carta Exhortatoria a sus Hermanos. En ella expone las características propias del Carmelita Descalzo. Cuanto afirma son las virtudes y cualidades de que él estaba adornado; es como si reflejase su actuación y ejemplaridad y cuanto predicaba y aconsejaba en toda su actividad sacerdotal y carmelitana. Por lo tanto, se puede plenamente considerar su exhortación como si fuera su propia semblanza. Dice así:
"Vivamos nuestra vida de Carmelitas. El Carmelita es ante todo y sobre todo y siempre alma de vida interior, alma de oración, de andar en la presencia de Dios; vivir la caridad de Dios y la caridad de nuestros hermanos; la vida interior es tan imprescindible, que si de ella se carece, no hay Carmelita. Vivamos nuestra vida de Carmelitas observando con fidelidad y llenos de caridad nuestras leyes hasta en sus más pequeños ápices, porque son ápices del amor y en el amor de Dios todo es grande. Si la vivimos con amor, se nos hará, como lo es, sumamente regalada. Es la Orden del amor y el amor está dentro, en lo íntimo del corazón y el corazón escondido dentro del pecho, pero dando vida a todo el ser; no puede sacarse a la luz el corazón y seguir viviendo. Nuestra vida tiene que ser escondida y vivificada en Jesucristo. Es el vuelo hacia la luz, hacia el abrazo amoroso de Dios Nuestro Padre.
Nuestro Santos Padres (Teresa de Jesús y Juan de la Cruz ) hicieron amables las penitencias, porque la vivían en íntimo amor, porque vivían la vida interior en ejercicio de oración y de presencia de Dios con la mirada de amor puesta en Dios; y como la penitencia prepara para la oración, la oración y el amor enseñan y estimulan a amar y practicar la penitencia hasta coronarse de ásperas espinas y escarnios, como se coronó Jesús.
Esta vida de amor, de humildad, de oración y abnegación, de delicadeza y alegría es la que yo pido a todos... No vinimos para correr mundo y conocer ciudades, sino para encerrarnos en un claustro silencioso y vivir la vida de amor; esa es nuestra vida... La Virgen Santísima es nuestra Madre amorosa y nos confía esto, a los superiores, en caridad, a los súbditos, en abnegación, a cada uno de nosotros en santidad y actualidad de amor; que seamos santos nos pide Nuestra Madre... ¡Oh, San José, te pedimos con la Iglesia , haznos vivir una vida pura y santa y que esté siempre segura en nosotros con tu Patrocinio!"
Carta Exhortatoria. Valladolid, 10 de mayo de 1939, p. 24
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