El P. Valentín es un enamorado de la Orden del Carmen Descalzo y de sus Santos y tradiciones. Por eso tras los difíciles años del postconcilo defendió el carisma teresiano-descalzo para que no se desvirtuara y se cumpliera lo que el Concilio Vaticano II quería, volver a los orígenes de los carismas fundacionales.
Para ello no escatimo esfuerzos tanto espirituales como materiales. Muestra de estos dos aspectos es lo que escribió en es su libro “El Concilio Vaticano Segundo y la Vida Espiritual” donde en el capitulo primero expone quienes son los auténticos intérpretes del Concilio, el Magisterio:
“Pidió oraciones (Juan XXIII) a toda la Iglesia, y de modo especial confiaba en las oraciones e inmolaciones de las almas contemplativas, las cuales han ofrecido sus oraciones, y, muchas, sus vidas (que Dios ha aceptado), por el éxito espiritual del Concilio.
Dios ha hablado por el Concilio no como muchos hombres deseaban y esperaban, sino como Dios, que invisiblemente rige la Iglesia, sabe qué conviene. El Concilio en sus conclusiones ha expresado la Voluntad de Dios: el Concilio, no muchos de los que exponen o interpretan el Concilio. Los comentaristas no son órganos del Espíritu Santo, ni expresan necesariamente la Voluntad Divina. Meditemos lo que dice el Concilio, procurando prescindir del propio gusto o propia inclinación.”
Continua expresando así de claro y de forma profética en el capítulo 26 tratando de la obediencia de los religiosos y la penitencia que algunos creían pasada de moda:
“Si desmayara la obediencia a las leyes, o a los superiores, vendría la muerte de los institutos religiosos.
No es decaimiento, ni la acomodación a costumbres aseglaradas y disipadas lo que trae las vocaciones a las Órdenes Religiosas, sino el fervor, la santidad y las virtudes. Así lo indica el mismo Concilio con estas palabras: “Recuerden los hermanos que el ejemplo de su propia vida es la mejor recomendación de su instituto, e invitación a abrazar la vida religiosa”. (Perfectae Caritatis, núm. 24.)
Para vida ancha, cómoda y libre, ya la viven en el mundo.
Es necesaria la Penitencia para vivir la santidad. Ya nos dijo Jesús: Si no hiciereis penitencia, todos igualmente pereceréis (Luc., 13, 3), y de las penitencias de los hijos de Dios, la más meritoria es la obediencia, por ser penitencia del entendimiento y de la voluntad en el rendimiento del juicio, entregando la propia voluntad”
Prosigue exponiendo la verdadera hermenéutica de la continuidad a la tradición querida por el Santo Concilio y los frutos de esta auténtica aplicación:
“El Concilio quiere almas espirituales, almas de grande vida interior, almas de humildad, de caridad, de abnegación, almas de obediencia, como otros Cristos vivos, en seglares, sacerdotes y en religiosos. El amor a la pobreza traerá el reino de Dios y la paz al mundo. Al florecer las Ordenes Religiosas con las virtudes, y dar los maravillosos frutos de la santidad, se multiplicaran las almas anhelosas de entrar en este hermosísimo jardín de Dios, crecerán las vocaciones sacerdotales, y un nuevo fervor dará savia abundante a la saciedad, con lo que se multiplicarán las almas santas en el mundo, y vendrá la bellísima primavera de virtudes y santo esplendor de la Iglesia.”
Bibliografía
VALENTÍN DE SAN JOSÉ. El Concilio Vaticano II y la Vida Espiritual. COMPI (Madrid 1967)
3 comentarios:
Cuantísima verdad en todo lo que decía el P. Valentín. Me gustaría que pusieseis algo de este tema pero relacionado con los Carmelitas Descalzos. ¿Cómo vivió él los despropósitos del post-Concilio que azotaron a su querida Orden?
Seria bueno dar a conocer estos despropósitos. pero con el ánimo de unir, balsamar, cerrar heridas...
Seria bueno dar a conocer estos despropósitos. pero con el ánimo de unir, balsamar, cerrar heridas...
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