Este blog es realizado por un grupo de seglares, enamorados del Carmelo Descalzo, que quieren dar a conocer la figura de este insigne hijo de Santa Teresa del s. XX. Eminente Carmelita Descalzo de la Provincia de Castilla, durante 35 años fue confesor y director espiritual de Santa Maravillas de Jesús. Restauró el Santo Desierto de San José de las Batuecas, donde vivió 23 años entregado en soledad a la oración y el sacrificio. Allí definitivamente se unió con el Amado el 14 de junio de 1989 en olor de santidad.


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Por Sus Frutos los Conocereis: Las Virtudes del P. Valentín

Grupo de Carmelitas Descalzos con el Arzobispo de Valladolidad en 1944.
 P. Silverio de Santa Teresa Vicario General a la derecha del Arz. y el P. Pedro
 Tomas Provincial de Castilla a la izquierda. P. Valentín en el circulo.
El Padre Valentín sabía, como enseñaba su Santa Madre Teresa de Jesús, que para servir al Señor la mejor manera de hacerlo era con las obras. Y que mejor obra para agradar a Dios y al prójimo que el cultivo de las Virtudes Cristianas.

La práctica de las Virtudes por Amor son la sal de la tierra en un cristiano y sin ellas la sal se vuelve sosa como nos enseña Nuestro Señor en el Evangelio. El P. Valentín mantuvo siempre ese Fuego Divino con los pequeños palitos de la Oración, Mortificación, Humildad, Desasimiento y sobre todo con su ardiente Caridad.  Estas tres últimas las cuido especialmente por tratarse de las virtudes teresianas por excelencia, que la santa abulense indica en el Camino de Perfección.

Por los frutos de santidad en la Vida del Fray Valentín podremos conocerle como nos indica el Divino Maestro.

Todo el mundo que le conoció sabe que vivió hasta los últimos días la observancia eremítica del Desierto de Batuecas. Pasaba muchas horas del día y de la noche en oración silenciosa ante el Tabernáculo. Los religiosos que convivieron con él en el Desierto son testigos de la ejemplaridad de su vida en asidua oración, austeridad y trabajo manual, al que daba gran importancia y al que cada día dedicaba varias horas a pesar de su avanzada edad. Otro punto en el cual insistía mucho el Padre y que el procuraba practicar, era en la guarda de la Presencia Amorosa de Dios. Como muchas veces el diría la orden del Carmen Descalzo es la orden de la contemplación, de ese caer en la cuenta de que Dios continuamente nos mira “Mira que le mira”.

Durante toda su vida practicó los ejercicios de penitencia que a pesar de su edad y enfermedad última nunca dejó. Aunque fueron suprimidas las disciplinas de las constituciones carmelitanas postconciliares, el P. Valentín siguió dándoselas tres o cuatro veces a la semana. También continuó utilizando el cilicio casi todas las mañanas. Estas prácticas las aumentaba cuando llegaban los tiempos fuertes de Adviento y Cuarema. Siempre llevo sandalias sin calcetines, incluso en los gélidos inviernos de castilla hasta los 90 años. La genuflexión, aunque le costara trabajo hacerla reverentemente, la hizo hasta que cayo enfermo de la pierna con 92 años.

Otra muestra de su paternal caridad hacia sus hermanos era cuidar de sus necesidades básicas naturales. En el P. Valentín caló muy hondo el Humanismo Teresiano. Muestra de este espíritu humanístico era el cuidado que ponía en que las comidas. Aunque en el Santo Eremitorio se debía de cumplir la abstinencia perpetua de carne como manda la Regla Primitiva, el P. Valentín insistía al hermano cocinero que la caridad en su oficio era preparar las comidas de forma sabrosa y que estas fueran abundantes, que ya el Señor le pediría a cada religiosos la mortificación que debería hacer en las comidas.

Pero si hay que destacar alguna virtud en especial fue su profunda humildad y obediencia que le llevaba a una ardiente caridad hacia el prójimo y en especial a sus hermanos de religión. Siendo ya el P. Valentín nonagenario muy cariñosamente le pedía al Padre Prior poder visitar al también nonagenario y compañero del filosofado de Ávila P. Bernardo del Santísimo. Este padre tenía achaques propios de la edad y a veces tenia que reposar en cama.  Los casi centenarios ermitaños pasaban un gran rato en espiritual conversación. El P. Valentín como siempre acostumbraba refería hechos y dichos de santos. Tanto enfervorizaba las palabras del P. Valentín al P. Bernardo, que después este padre le comento en varias ocasiones al P. Prior, haciendo gestos de encomio con admiración de lo que habían hablado:

“El P. Valentín va a los altares, le verán en los altares”

Fidelidad a la Tradición y al Concilio: La Hermenéutica de la Continuidad


El P. Valentín es un enamorado de la Orden del Carmen Descalzo y de sus Santos y tradiciones. Por eso tras los difíciles años del postconcilo defendió el carisma teresiano-descalzo para que no se desvirtuara y se cumpliera lo que el Concilio Vaticano II quería, volver a los orígenes de los carismas fundacionales.

Para ello no escatimo esfuerzos tanto espirituales como materiales. Muestra de estos dos aspectos es lo que escribió en es  su libro “El Concilio Vaticano Segundo y la Vida Espiritual” donde en el capitulo primero expone quienes son los auténticos intérpretes del Concilio, el Magisterio:

“Pidió oraciones (Juan XXIII) a toda la Iglesia, y de modo especial confiaba en las oraciones e inmolaciones de las almas contemplativas, las cuales han ofrecido sus oraciones, y, muchas, sus vidas (que Dios ha aceptado), por el éxito espiritual del Concilio.

Dios ha hablado por el Concilio no como muchos hombres deseaban y esperaban, sino como Dios, que invisiblemente rige la Iglesia, sabe qué conviene. El Concilio en sus conclusiones ha expresado la Voluntad de Dios: el Concilio, no muchos de los que exponen o interpretan el Concilio. Los comentaristas no son órganos del Espíritu Santo, ni expresan necesariamente la Voluntad Divina. Meditemos lo que dice el Concilio, procurando prescindir del propio gusto o propia inclinación.”

Continua expresando así de claro y de forma profética en el capítulo 26 tratando de la obediencia de los religiosos y la penitencia que algunos creían pasada de moda:

“Si desmayara la obediencia a las leyes, o a los superiores, vendría la muerte de los institutos religiosos.

No es decaimiento, ni la acomodación a costumbres aseglaradas y disipadas lo que trae las vocaciones a las Órdenes Religiosas, sino el fervor, la santidad y las virtudes. Así lo indica el mismo Concilio con estas palabras: “Recuerden los hermanos que el ejemplo de su propia vida es la mejor recomendación de su instituto, e invitación a abrazar la vida religiosa”. (Perfectae Caritatis, núm. 24.)

Para vida ancha, cómoda y libre, ya la viven en el mundo.

Es necesaria la Penitencia para vivir la santidad. Ya nos dijo Jesús: Si no hiciereis penitencia, todos igualmente pereceréis (Luc., 13, 3), y de las penitencias de los hijos de Dios, la más meritoria es la obediencia, por ser penitencia del entendimiento y de la voluntad en el rendimiento del juicio, entregando la propia voluntad”

Prosigue exponiendo la verdadera hermenéutica de la continuidad a la tradición querida por el Santo Concilio y los frutos de esta auténtica aplicación:

“El Concilio quiere almas espirituales, almas de grande vida interior, almas de humildad, de caridad, de abnegación, almas de obediencia, como otros Cristos vivos, en seglares, sacerdotes y en religiosos. El amor a la pobreza traerá el reino de Dios y la paz al mundo. Al florecer las Ordenes Religiosas con las virtudes, y dar los maravillosos frutos de la santidad, se multiplicaran las almas anhelosas de entrar en este hermosísimo jardín de Dios, crecerán las vocaciones sacerdotales, y un nuevo fervor dará savia abundante a la saciedad, con lo que se multiplicarán las almas santas en el mundo, y vendrá la bellísima primavera de virtudes y santo esplendor de la Iglesia.”


Bibliografía

VALENTÍN DE SAN JOSÉ. El Concilio Vaticano II y la Vida Espiritual. COMPI (Madrid 1967)

El aprecio del Venerable P. Balbino del Carmelo

P. Balbino del Carmelo (1865-1934)
Se cuenta del gran Doctor dominico Santo Tomás de Aquino que era amigo del también Doctor franciscano San Buenaventura. Cierto día fue Santo Tomás a visitar a San Buenaventura. Estaba éste escribiendo la vida de su Padre San Francisco de Asís. Así se lo comunicaron al Doctor Aquinate y Santo Tomás replicó: “sinamos sanctum pro sancto laborare” (dejemos a un santo escribir sobre el Santo).

En sentido parecido, algo podemos afirmar sobre el Venerable Padre Balbino del Carmelo y el Padre Valentín. El Padre Balbino nació a seis kilómetro de Ávila, vivió siempre con fama de santidad y como tal murió en Ávila el 12 de mayo de 1934, a los sesenta y nueve años de edad. En el Convento de la Santa descansan sus restos mortales. Incoada su causa de canonización, fue declarado Venerable el 7 de septiembre de 1989 por el Beato Juan Pablo II. Se espera un milagro para su beatificación.

Consta en escritos originales que estos dos Carmelitas Descalzos tenían al otro por santo. El elogio más elocuente es el que hizo el V. P. Balbino y más de admirar porque fue futurible, siendo el P. Valentín aún muy joven y el Venerable ya anciano.

Era Provincial del Carmelo de Castilla el ilustre P. Florencio del Niño Jesús. Los Provinciales solían ir a Cuba una o dos veces en el trienio a visitar los conventos que allí tenía la Provincia. El P. Florencio por razones bien sabidas decidió no ir a Cuba y delegó la visita oficial canónica en el V. P. Balbino que era primer Definidor, aunque ya tenía 64 años.

Estando en el convento de Sancti Spiritus escribió desde allí en carta (conservada y presentada en su proceso) el 3 de abril de 1929 al P. Provincial en Madrid, dándole cuenta de la visita que realizaba en la bella isla del Caribe. Al final de la carta añade:

“Mucho me alegró la noticia de la misión de Madrid dada por mi buen P. Valentín. Dios nos lo conserve muchos años, pues creo ha de dar mucha gloria a Dios y mucho prestigio a la Provincia”.

El deseo y pronóstico del P. Balbino tuvo éxito porque los “muchos años” se cumplieron con los sesenta que aún vivió el P. Valentín, muerto a los 93, y la gloria de Dios y el prestigio de la Provincia se acreditó en la eminente virtud, cargos y apostolado que ejerció el P. Valentín. Contaba entonces 33 años y el V. P. Balbino le había conocido solamente durante un año que estuvo en Segovia siendo súbdito y el P. Valentín Prior. Precioso elogio y pronóstico de tan santo religioso.
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