Este blog es realizado por un grupo de seglares, enamorados del Carmelo Descalzo, que quieren dar a conocer la figura de este insigne hijo de Santa Teresa del s. XX. Eminente Carmelita Descalzo de la Provincia de Castilla, durante 35 años fue confesor y director espiritual de Santa Maravillas de Jesús. Restauró el Santo Desierto de San José de las Batuecas, donde vivió 23 años entregado en soledad a la oración y el sacrificio. Allí definitivamente se unió con el Amado el 14 de junio de 1989 en olor de santidad.


Para comunicar favores, solicitar estampas, realizar donativos, pueden escribir a:

Translate

"Quiero ir a ver a Dios, deseo ver a Dios"

El P. Valentín en el penúltimo día de su vida,
que por estar recuperado y animado se le sacó
a dar un paseo por el campo en silla de ruedas. 
En el 22º aniversario de la muerte de nuestro querido Padre Valentín, le queremos pedir por todas las intenciones de nuestros lectores. Sobre todo le pedimos que por su intercesión sepamos amar, como él lo hizo, a Nuestra Madre la Virgen y a su Hijo. Que solamente tengamos esos Sagrados Nombres en nuestros corazones: Jesús y María.

Transcribimos a continuación los últimos momentos de la vida del P. Valentín, que como testigo directo y Prior del Santo Desierto de Batuecas, nos dejó escrito el querido P. Matías del Niño Jesús:

“El P. Valentín, que con tanto gozo había escrito el libro Alegría de morir, sufrió en los últimos diez años la agonía del temor a la muerte y a la condenación eterna. Dios le probó y decía que sufría terriblemente.

Yo le decía contra esos temores que tenía puesto el Santo Escapulario, que confiara en las promesas del Sagrado Corazón y en la buena muerte que concede N.P. San José a sus devotos (oración a San José), pero era tal su Noche de Fe que me respondía: "Todo eso es verdad, pero en esos momentos no me acuerdo de nada".

Sin embargo, en tal noche de fe purificadora anhelaba el Cielo para gozar de aquella dicha que con tanto regusto describe en su libro Yo en Dios o el cielo. En sus papeles había uno suelto con esta exclamación:

"Señor mío y Dios mío, Ser soberano, Bondad infinita, ¡Dios, Dios, Dios! Uno y Trino; Dios toda verdad y toda la verdad infinita. Amor infinito en infinito gozo, Bien supremo, Creador y dador de todos los bienes a todos los seres. Hermosura y Belleza infinita; delicia, encanto, felicidad y dicha infinita en Ti mismo y la comunicas y haces felices a los ángeles gloriosos y a los bienaventurados. Altísima Providencia, que eternamente en tu Sabiduría infinita lo has detallado todo y en tu Omnipotencia lo realizas. Padre amorosísimo y bondadosísimo, ten misericordia de mí, ¡sálvame, santifícame!".

En los quince días anteriores a su muerte le desaparecieron todos los temores cumpliéndose en él lo que dice en Alegría de morir (cap. XXV): "Antes de que llegue el momento de partir de la tierra, el Señor borra ordinariamente los temores de las almas que los padecían, ya fueran pruebas especiales del mismo Dios, ya temor de la naturaleza". En estos mismos días yo le dije varias veces que ya no se moría, pues estaba curado de la enfermedad, y él me respondía:

"Quiero ir a ver a Dios, deseo ver a Dios"

En los últimos años padeció de mala circulación en las piernas lo que le producía llagas, pero se había curado hasta que se le agravó una pierna durante el último año y medio con dos grandes úlceras. Se estuvo defendiendo para andar y asistir con dificultad a los actos comunes con alguna caída, y en los seis o siete meses finales ya no podía caminar sino con un instrumento de ruedas. Al fin fue llevado en carrito a concelebrar la Misa de Comunidad sentado y a algún otro acto de recreo o colación. Todos los religiosos le atendían y curaban. Dos meses antes de morir se le complicó con una enorme retención de orina, que le impidió durante un mes salir de la celda ni para concelebrar, y también tuvo insuficiencia cardíaca. En este tiempo, cuando iba a su celda a llevarle la comida o a visitarle, le encontraba algunos días sentado leyendo en el “Devocionario Carmelitano” (con letra grande) y al preguntarle qué hacía me respondía: "Estoy haciéndome la recomendación de mi alma", poniendo especial acento de afecto en las palabras "mi alma". Me dijo alguna vez que la leía todos esos días.

De todo llegó a curarse y desapareció el peligro de muerte en los veinte días últimos, de tal manera que comenzaba a normalizar su vida después de tantos meses impedido, tiempo en que dio ejemplo de una perfecta y alegre paciencia en la enfermedad y en las curas, día y noche con el Rosario en mano y el Crucifijo delante o colgado al cuello, a los que llamaba "mis armas" al vestirle o desnudarle.

Como en los últimos meses aumentó la falta de vista, ya no leía casi nada, por lo que se pasaba día y noche rezando rosarios hasta nueve o diez, para lo cual usaba dos que tenía, uno en la cama y otro en la mesa, con lo que se aseguraba no faltarle al cambiar de sitio. Otros ratos los empleaba en oración mental, pero se lamentaba con frecuencia que no podía hacerla debidamente y decía:

"Yo que he escrito tanto y hablado tanto sobre la oración y enseñado a hacerla, ahora no sé hacer oración, no se hacer oración".

El último medio año comía en la celda y yo le llevaba todo y puedo asegurar que jamás se quejó de ningún alimento.

Pasaba las noches sin casi conciliar el sueño y cuando iba a verle a primera hora y preguntarle, me decía algunas veces que no había dormido y había estado toda la noche ante el Sagrario (por supuesto que en espíritu, porque de la celda no podía salir). Durante la enfermedad hacía las confesiones como si fuera la última; la Santa Unción insistía en pedirla; algunos días al llevarle a concelebrar decía: "Vamos a decir la Misa con todo fervor como si fuera la última". Así la celebró el último día de junio. Le acostamos tranquilo, contentos de verle tan bueno, pero no amaneció, pues antes de la aurora falleció suavemente, a las tres y media solares. Así que la Santa Misa le sirvió de Viático. Se había confesado conmigo hacía tres o cuatro días y había recibido la Santa Unción con mucha anticipación".

* Fr. Matías del Niño Jesús OCD: Beata Maravillas y su Confesor y Consultor P. Valentín. Desierto de San José de Batuecas (Salamanca), 2000. 112-116 pp.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por este testimonio de santidad y fidelidad a su Orden.

Necesitamos muchos como el P. Valentín

Catalina de Jesús dijo...

Conocía este testimonio del precioso libro " Escritos íntimos y Diario del Amor del carmelita Fr.Valentin en el desierto", que es una verdadera joya para todos nosotros, carmelitas descalzos, en mi caso, seglar de la Orden, que tratamos de vivir nuestra llamada de Dios a la oración y a la penitencia con la santidad con la que el P.Valentín lo hizo.Que El, desde el Cielo interceda por nosotros.
Desde la Comunidad de carmelitas descalzos seglares de Madrid, Parroquia de Santa Teresa y San José un abrazo muy fuerte, Catalina de Jesús OCDS
(Tenemos en construcción nuestra web y enlazaremos este precioso blog sobre el P.Valentín)

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...